La obesidad está considerada como uno de los trastornos nutricionales más habituales en los países desarrollados. Aunque la obesidad se define como el exceso de tejido graso, la mayor parte de la masa grasa se encuentra depositada bajo la piel y en las vísceras. En niños, los depósitos grasos se encuentran mayoritariamente bajo la piel, mientras que, en adolescentes y adultos, se forman depósitos grasos en el interior del abdomen.
En consecuencia, la Sociedad Española para el estudio de la obesidad (SEEDO) y la Organización de Mundial de la Salud (OMS) han establecido el índice de masa corporal (IMC), como una medida ecuánime para valorar la adiposidad en niños y adolescentes.
Sin embargo, el IMC en el niño varía considerablemente con la edad a causa del crecimiento y desarrollo. Por ello, en los niños se utilizan las tablas de percentiles con unos puntos de corte específicos para cada edad.
Así́, para definir el sobrepeso y la obesidad en la población infantil y juvenil, se emplean las tablas de Cole (2000) y los valores específicos de edad y sexo que corresponden con los percentiles 85 y 97 del IMC.
Los niños obesos y con sobrepeso tienden a seguir siendo obesos en la edad adulta y tienen más probabilidades de padecer a edades más tempranas enfermedades no transmisibles como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
El sobrepeso, la obesidad y las enfermedades conexas son en gran medida prevenibles. Por consiguiente, hay que dar una gran prioridad a la prevención de la obesidad infantil.