17 May
17May

En los últimos años, se ha evidenciado en la población infantil y juvenil la adopción de unos malos hábitos alimentarios y un estilo de vida sedentario, originado en consecuencia una alta prevalencia de obesidad. La obesidad se considera una enfermedad crónica de origen multifactorial en la cual intervienen factores genéticos y ambientales. Desde el punto de vista nutricional los factores ambientales son los más importantes, ya que en gran medida la génesis de la obesidad se debe a una ingesta calórica superior al consumo energético, pero no debemos olvidar que numerosas investigaciones también justifican que la obesidad tiene un factor genético relevante en su origen y perdurabilidad.

La obesidad está considerada como uno de los trastornos nutricionales más habituales en los países desarrollados. Aunque la obesidad se define como el exceso de tejido graso, la mayor parte de la masa grasa se encuentra depositada bajo la piel y en las vísceras. En niños, los depósitos grasos se encuentran mayoritariamente bajo la piel, mientras que, en adolescentes y adultos, se forman depósitos grasos en el interior del abdomen. En consecuencia, la Sociedad Española para el estudio de la obesidad (SEEDO) y la Organización de Mundial de la Salud (OMS) han establecido el índice de masa corporal (IMC), como una medida ecuánime para valorar la adiposidad en niños y adolescentes.

Aproximadamente el 95% de niños obesos, presentan obesidad nutricional a consecuencia de una ingesta excesiva de energía y un reducido gasto calórico (obesidad simple o exógena). El resto de niños obesos (5%), exhiben la denominada obesidad orgánica (intrínseca o endógena), asociada frecuentemente a síndromes dismórficos, patologías del sistema endocrino y lesiones del sistema nervioso central.

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